Nunca me dicen tus labios
lo que me dicen tus ojos,
que confiesan tus antojos,
o descubren tus agravios,
que me glosan tu dolor
o me lloran tu agonía
o me inundan de tu amor,
que me alumbran o me ciegan
me curan o me maltratan
me acarician o me matan
me conceden o me niegan;
pero que, siempre locuaces,
me saben contar sinceros
tus exhortos mas austeros
y tus sueños mas audaces.
Tienen tus ojos el don
de alegrarme, entristecerme,
consolarme y conmoverme;
y es porque tus ojos de amor
son ojos que saben hablar,
ojos que saben reir,
ojos que saben herir
y ojos que saben besar;
ojos que hielan o abrasan
y que, con nieve o con lumbre,
dan o quitan pesadumbre
por donde quiera que pasan...
(Luis Martínez Kleiser)