A la mañana siguiente se despertó algo agitado. El sol no había empezado a entrar en la habitación, ni el gallo de la vecina había cantado el amanecer.
Pero Chris estaba nervioso, había tenido un sueño horrendo, o eso pensaba él.
Al rato, entro una mujer mayor con el desayuno, en ese instante se dijo así mismo que esa no podía ser la mujer de su sueño.
Para quedarse más seguro, miró el registro de llamadas, y vio la misteriosa llamada realizada por esa tal Judith. No sabía si salir corriendo o quedarse en la habitación. Se tomó el desayuno y bajó al salón. Era una gran habitación enmoquetada, con una buena televisión, y sobre todo, tenía unas extrañas vidrieras con un símbolo en el centro: dos triángulos equiláteros separados por un ojo.
-¿Chris, eres tú? pregunto la mujer mayor.
Chris no sabía si responder o seguir callado, todo aquello era de lo más extraño.
Sólo se le ocurrió decir:
-Perdone señora, ¿dónde estoy? y ¿quién es usted?
-¿Qué te ocurre cariño? ¿es qué no sabes dónde estás? Estamos en la calle Cuatro Vientos de Venecia. Respondió la mujer.
-Pero, ¿quién es usted? volvió a insistir
-Chris, soy tu abuela materna, Antonietta. Le dijo, mientras le propinaba un abrazo algo forzado.
Él no recordaba tener ninguna abuela en Venecia, pero en ese momento no le dio mayor importancia.
-Abuela, ¿cómo se llama el abuelo? preguntó tímidamente Chris.
-El abuelo Teodoro, murió en la guerra contra los argentinos del 2013. Respondió la mujer.
Ya habían pasado seis años desde el 2013, pero no había oído hablar a su madre, que según mi abuela, había fallecido de tuberculosis hace dos años, de su abuelo…
Después de comer, Chris se fue a su habitación. De repente volvió a sonar el móvil y era esa tal Judith:
-No creas nada de lo que te dice esa arpía.
-Pero, ¿quién eres?
Ya se había interrumpido la conexión cuando entró su abuela preguntando quien era.
Elías Antolinos 3ºA
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